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Alicante CF, Decano de la ciudad

Actualidad

Celeste no es un color

Cuanto más observo al Alicante actual, más me acuerdo de Solana. Y no por su capacidad económica, sino por todo aquello que hacía por el club sin costar dinero.

Uno de los mayores avances en su gestión fue acabar con la absurda costumbre de vestir periódicamente al Alicante con el color celeste. Un tono de azul blanquecino que nada tiene que ver con la bandera de nuestra ciudad.

En 1932, en un momento donde querían fagocitar al Alicante para dejar su nombre al alcance de otros, el club solicitó permiso al alcalde Lorenzo Carbonell para vestir los colores que ondeaban en la bandera de la ciudad, en aquel momento, celeste y blanco.

Con los años la bandera de Alicante fue cambiando hasta el azul marino que todos conocemos. El Alicante, que había cambiado el color rojo fundacional por el que luciera la enseña alicantina, no fue ajeno a esa variación y comenzó a matizar su camiseta hacia el azul marino.

Supongo que por una interpretación errónea de la historia, algunos dirigentes cayeron en la tentación de recuperar el celeste blanquecino, separándose así del emblema de nuestra ciudad.

Solana, en 1998, puso cordura y el azul marino volvió a lucir en la elástica decana. Así hasta 2013. Hay que decir que en este tiempo se ha vivido un momento álgido, pasando de ocho docenas de socios a cuatro mil (2004). Los alicantinos han paseado como nunca camisetas del Alicante por las calles de nuestra ciudad; las bufandas del Alicante y las banderas se han alzado como no se conocía antes… todas ellas AZUL MARINO. No cabe mayor orgullo para un alicantinista que lucir el nombre, el escudo y los colores de la ciudad de Alicante.

Parece que todo el mundo ya lo tenía claro. Eso hasta hace tres días. Ahora el Alicante ya no lleva los colores de su ciudad. Viste un tenue celeste que nada representa más que determinadas épocas no siempre positivas. El abundante material gráfico sobre este club así lo dice.

“Alicante Club de Fútbol, orgullo de nuestra tierra, AZULES son tus colores…

…Club decano y deportivo, de la Terreta estandarte…”

Análisis de la primera vuelta: me faltan diez.

Concluida la primera vuelta de esta liga 2008/09 en la Segunda División A, el balance del Alicante es claro: faltan diez puntos en su casillero.

Se puede decir que este equipo levantó unas expectativas que poco o nada se han cumplido. Todos convenimos en su momento que esta plantilla estaba bien armada para afrontar el retorno a la categoría de plata, pero en el día a día se ha mostrado muy inferior a la gran mayoría de rivales, por no decir a la totalidad. El escalón más abajo en el que se encuentra sumido el Decano tiene su origen, para la opinión de unos cuantos, en el aspecto físico del equipo. Durante los encuentros no da la impresión de que este Alicante albergue el mismo empuje, ritmo o velocidad que los contrincantes y la única causa que pueda explicar cómo un colectivo de más de veinticinco jugadores no "tira" es una planificación deficiente de la temporada. No se sabe si estos mimbres dan para mucho más en el plano físico dado que la media de edad es bastante alta, quizá la confección de la plantilla no haya sido compensada teniendo en cuenta la dureza de la categoría, pero a buen seguro que los que hay, algo más pueden dar. Este problema lo ha acusado mucho el equipo y de él derivan errores graves, como son la gran cantidad de goles encajados, la pobre respuesta ante los golpes del rival, la incapacidad para revertir partidos complicados aun cuando el oponente se queda en inferioridad, escasez de llegadas, dificultad para salir de la presión de la delantera rival... en definitiva, un cúmulo de carencias y fallos que se han visto en casi todos los partidos y que han propiciado las doce derrotas y alguno de los seis empates cosechados.

Con este panorama, no es raro pensar que el aspecto mental no ha ido mucho mejor. Trece jornadas sin ganar matan al más vivo y partido a partido empeora la cosa en vez de mejorar. Por si fuera poco, la situación institucional no ha ayudado en nada, más bien al contrario. De los problemas de toda índole destaca la terrible guillotina aplicada sobre el inquilino de turno del banquillo. Demasiados golpes de timón en apenas diez jornadas que, si bien alguno tendría justificación por los resultados, en la visión de conjunto ha quedado como un auténtico disparate poco explicado. Así era difícil rendir cuentas a una plantilla que cada día se encontraba con un nuevo comandante de la nave.

Como se ve, la cosa no ha rodado nada bien. Es más, podría decirse que todo ha salido al revés. Pocas alegrías en la primera vuelta, si acaso los tres triunfos, en especial el primero contra el Éibar y la victoria en el derbi ciudadano. Por lo demás, se echan de menos alrededor de diez puntos para estar en la lucha con plenas garantías. Los quince obtenidos, si bien no sentencian del todo, sí dejan al equipo con pocas probabilidades de permanencia. No es una cuestión de creer o no creer, sino de atenerse a la realidad matemática que dice que la salvación se cifra en 50 puntos, guarismo arriba o abajo. Por lo tanto, faltarían aproximadamente 35 para llegar al medio centenar. Una empresa que se antoja harto complicada pero mientras haya opciones, habrá que apurarlas.

A continuación, un análisis individual de la plantilla y cuerpo técnico en esta primera vuelta, puntuados del uno al cuatro y con su consiguiente justificación:

 

Unanua: 1. Ni de lejos está siendo la temporada del navarro. No es el de las grandes paradas, ni el jefe de la defensa, ni tampoco está imprimiendo carácter al equipo. Ha encajado demasiados goles y eso para un portero es tan malo como la ausencia de tantos para un delantero.

 

Queco Piña: 2. Poco se le ha visto, tan sólo dos partidos oficiales y cuatro tantos encajados. Pero tras la visión de los partidos, en todos ellos tuvo que capear un gran temporal por parte del rival, con paradas de mérito y en general actuaciones que hacen llamar a la puerta de la titularidad.

 

Ricardo Molina: (sc). Tan sólo el partido de Copa ante el Celta, recordado por el gol vigués en el que Ricardo pudo hacer mucho más aunque su actuación durante el encuentro no fue mala. Ha causado baja.

 

David Malo: 2. No ha tenido la continuidad que todo jugador desea pero en el tiempo que ha estado en el campo ha demostrado cosas interesantes en el aspecto ofensivo, no tantas en el defensivo.

 

Urbano: 2. Ha jugado un tercio de los partidos y su presencia ha sido discreta. Destacar cierta contundencia, algo no muy habitual en la zaga alicantina.

 

Blanco: 1. Se esperaba mucho más del lateral andaluz. Tiene hechuras de jugador de Segunda, pero ha dejado escapar su calidad en contadas ocasiones y ha tenido una mala racha de errores consecutivos que le han sacado del once.

 

Catalá: 2. De menos a más, como el año pasado. Comenzó la temporada de manera mediocre pero poco a poco se ha ido afianzando y ha tapado sus fallos con buenas presencias en la zona atacante.

 

Germán: 1. Aparte de sus dos goles, su actuación defensiva no ha estado a la altura de la campaña del ascenso o la anterior. Se echa de menos su rapidez al cruce y su aceptable salida de balón.

 

Ricardo Cavas: 2. Ha sido utilizado fuera de su ubicación natural, pasando a ser central en vez de lateral. Ha cumplido con aciertos y errores, pero teniendo en cuenta sus características, no ha sido de los menos destacados.

 

Rubiales: 2. Apuntaba para llevarse de calle el puesto, con alardes físicos notables. Pero poco a poco se ha ido apagando su chispa y los problemas externos al juego le están pasando factura.

 

Castells: 2. Le costó arrancar y coger el mando de la defensa en cuanto a contundencia se refiere. Poco a poco se va afianzando como dominador del juego aéreo. Ha abusado, o le han hecho abusar, del balón largo no siempre bien dirigido.

 

Tito: 1. Quizá haya notado en demasía el salto de categoría. Su enfrentamiento con pivotes físicamente superiores le han privado de tomar el mando en los partidos con comodidad.

 

Alán: 3. Su inicio de campaña auguraba buen año para el gerundense. Mejoró en su técnica y se adaptó perfectamente al ritmo de la categoría. Una lesión le ha impedido adueñarse del medio centro del Decano.

 

Azkoitia: 3. Goles son amores y el bilbaíno ya ha firmado cinco, más que en cualquiera de sus dos campañas en Segunda B con el Alicante. Ha jugado en múltiples posiciones y en todas cumple con garra y saber hacer. Le han perdido un poco los nervios, como en otras ocasiones.

 

Ismael: 3. A pesar de las críticas, sabiendo que aún puede dar más de sí, ha demostrado ser un jugador diferente y absolutamente necesario para dar vitalidad al juego de ataque. Buenos pases de gol y capacidad para echarse al equipo a la espalda. Ha fallado sobre todo en la finalización de jugadas ya que acostumbra a marcar goles y sólo lleva uno, de penalti.

 

Álvaro: 1. Testimonial presencia la del canterano. No ha contado con ninguno de los técnicos aunque en sus escasas intervenciones ha intentado practicar su fútbol de desborde, logrando su cometido en pequeña proporción.

 

Fernando: 1. Su acumulación de minutos se está dando en los últimos encuentros ya que había sido relegado a la grada por sistema. Está mostrando buenas maneras en los partidos como titular, no ha perdido chispa ni la capacidad de trabajo ganada el año pasado, pero todavía no se le pueden otorgar excesivos méritos.

 

Luis Gil: 1. Parecía que su vuelta a Segunda mostraría la mejor cara del valenciano, dado que los campos son más grandes y mejores. Pero desgraciadamente no ha aprovechado sus minutos para destacar y adueñarse de la banda izquierda. Quizá le falta confianza para desbordar y centrar, algo que ya ha mostrado estar capacitado para hacer.

 

Torrecilla: 2. Partía como cuarto pivote y actualmente ostenta la titularidad. No es un futbolista que destaque por su vistosidad pero aporta grandes dosis de trabajo en la sombra.

 

Abel Buades: 2. Cuando ha estado centrado, ha mostrado que está un punto por encima de sus compañeros en el puesto. Desafortunadamente, lo extradeportivo ha primado en exceso y actualmente tiene un pie fuera de la plantilla del Alicante.

 

Francisco: 2. Dos goles con muy pocas ocasiones dan cierta esperanza cara a la segunda vuelta. No ha sacado a relucir toda su calidad como media punta pero sí ha compensado en cierta manera con buenos remates típicos de punta nato.

 

Rafa Jordá: 2. Lesiones de todos los tipos y colores están impidiendo ver al catalán en dos ocasiones consecutivas. Su presencia en el campo ha aportado todo lo que un delantero centro ha de mostrar: saber jugar de espaldas al arco y buen remate, a lo que se añade buen manejo con los pies y velocidad.

 

Peragón: 1. Se ha echado en falta su velocidad y “ratonería” en el área, a veces propiciada por falta de balones en condiciones y en otras por sus propios errores. Su cifra de goles tampoco le hace subir puntuación.

 

Capi: 1. Quizá Granero tenga más paciencia con él que otros técnicos y los frutos puede que se estén empezando a ver, pero no ha estado al nivel de otras temporadas. El salto de categoría es duro para jugadores como él, que han de mostrar las mismas habilidades con rivales mucho más duros.

 

Pedro: 2. La movilidad, agresividad y “pesadez” en un joven delantero no se recordaba desde los tiempos de Juli. Ha revitalizado la zona ofensiva aportando frescura, nuevas ideas y trabajo de presión hasta la extenuación. Le falta mayor mordiente cara al gol.

 

Miñano, Forte y Del Castillo: sc. No han disputado minutos suficientes para valorar sus aportaciones.

 

La media anecdótica se queda en un discretísimo 1.68. Reflejo de lo que se ha visto en el campo en estas veintiuna jornadas. Ojalá cara a la segunda vuelta la aportación tanto individual como colectiva se vea superada. Será buen síntoma.

Va a ser que no

Pues no. Ni continuidad, ni buenas sensaciones, ni resultados, ni nada. El Alicante sucumbió nuevamente en su feudo, esta vez ante un mal conjunto como es el Alavés, otrora grande y que navega por aguas turbias desde hace unos años. El conjunto alicantino no se mostró con la misma intensidad que en el encuentro precedente y volvieron a salir todas las carencias que le han llevado, deportivamente, a tener un pie en la Segunda división B. Volvió a fallar incluso cuando en las pobladas gradas se jaleaba al equipo como nunca dentro de esta aciaga temporada. Se demuestra así que pesaban mucho más las carencias futbolísticas del conjunto que la depresión por los malos resultados. Ayer no se aprovechó ni siquiera el despojo de todos los males psicológicos derivados de la rota racha negativa tras el triunfo contra el Hércules.

Ya se decía, en este blog y en muchos espacios más, que el derbi se había vencido por garra y corazón más que por buen juego. La presencia de cinco zagueros se antojaba interesante para dicho encuentro, pero no para darle continuidad, sobre todo como local, ya que este sistema lastra tremendamente las posibilidades ofensivas del equipo, de por sí escasas. El partido de ayer fue un despropósito en el aspecto atacante, con una ausencia casi total de ocasiones de gol. Pero lo más significativo es que, como en el derbi, todo el entramado defensivo se podía haber venido abajo en los primeros instantes del choque. Un disparo desde la frontal del área pequeña, que se estrelló en el veterano cancerbero, podía haber reventado el partido a las primeras de cambio. Y, por mucho que se cuente, quien fuerza la derrota es una defensa pésima de las jugadas a balón parado. Ni la presencia de múltiples jugadores de corte defensivo pudo evitar el enésimo despeje hacia zonas peligrosas, ni permitió ganar el salto decisivo al delantero (como en el derbi).

Los cambios, tarde, mal y nunca. Durante muchas fases del partido sobraba un jugador en la línea de atrás y éste no fue reemplazado hasta el primer golpetazo, cuando ya la empresa apuntaba a una épica que no llega jamás. En definitiva, un error de concepto y una ejecución peor llevaron a la derrota número doce, quizá sin méritos para los vascos, pero dentro de la mala pinta del Alavés, se puede decir que los rivales siempre superan en algo al Alicante: acierto, calidad individual, ritmo, velocidad...

Tres partidos con "nuevo" entrenador y dos derrotas en casa ante rivales directos, por el mismo tanteador y sin lugar al "uy". No ha lugar cambio alguno, pero a la vista está que el míster del ascenso, para quien quería obviar la situación, tiene una buena cuota de responsabilidad en el desaguisado deportivo de la 2008/09. A su favor se le ha de otorgar su estima al club y su tranquilizadora presencia a ojos de una buena parte de la afición. Errar es humano, qué duda cabe. Y si la intención es buena, se perdona.

Casi finiquitada la temporada, a falta de que las matemáticas pongan punto y final a la presencia del Alicante en la división de plata, la atención se centra en el aspecto institucional. Mucho habrá que trabajar para que el primero de agosto de 2009 el Alicante arranque de nuevo con miras definidas y con argumentos suficientes para intentar lograr el objetivo que se plantee, de manera acorde con sus posibilidades.

 

La resaca del derbi

El fútbol impuso sus reglas y la lógica con la que se pretende encorsetar al deporte rey saltó por los aires. El Alicante obtuvo por fin una victoria cuando menos se esperaba atendiendo a las trayectorias deportivas de los dos equipos de la ciudad. Cierto es que la estadística no engaña y que el derbi del visitante no entiende de clasificación, pero el sábado más que nunca parecía un clavo ardiendo más que un buen argumento para obtener los tres puntos. En lo deportivo, el triunfo ha de ser el punto de inflexión anhelado por

Granero desempolvó un sistema casi en desuso, como es el 5-3-2, con tres centrales y dos laterales más carrileros que nunca. La cosa salió a la perfección. El equipo supo alejar de la meta propia a los creadores de fútbol del Hércules. Presionó como en los mejores tiempos, dificultando la salida del balón blanquiazul. Logró vetar a los  hombres de banda, que sólo acertaban a colgar balones sin excesivo acierto. Y a la hora de atacar, los alicantinistas utilizaban muy bien los flancos ocupados por Malo y Catalá, amén de la omnipresencia de Azkoitia y la batalla constante de Pedro. A todo eso se le unió una gran dosis de garra, la pizca de acierto necesaria, dejar atrás el miedo a no ganar y la pobre impresión que dejó un, a priori, candidato al ascenso.

Pudo ser prepotencia, cierta relajación, simple sorpresa al contemplar cómo se las gasta el vicecolista... lo cierto es que el Alicante tuvo enfrente a un rival que no supo jugar un derbi, como le ocurre casi siempre. Esto ayudó notablemente a disimular las carencias que todavía tiene el Decano, como es la falta de contundencia atrás (bien disimulada con tres hombres ante delanteros poco afortunados) y un ritmo que no se parece en exceso al del resto de equipos de la categoría.

Hay que tener los pies en el suelo. Es una victoria útil, muy útil, siempre que de una vez por todas cambie la dinámica mental del equipo y que con lo que hay, se pueda hacer un buen papel que acerque al Decano a la permanencia. Jugando así hay más posibilidades de ganar, pero hay que tener en cuenta que el sábado éramos visitantes en casa. No todos los días son domingo.

Respecto a la grada, constatar una vez más la nula categoría como afición que tenemos enfrente. Para no querer llamarle derbi, gastaron papeles, sábanas, pinturas, sprays, tifos... como en los tiempos de la B. Hasta una inmensa pancarta de Fontcalent, sin una sola coma, cuya lectura genera jadeo y vista cansada. Ni una palabra de ánimo al equipo propio, sino intentos ridiculizar al Decano. No digamos ya la paupérrima utilización de las gargantas y la boca. Primero para seguir mofándose del vecino y, segundo, para llevarse los deditos a la boca y silbar al equipo cuando no gana, como siempre ha sucedido. Cuántas lecciones dejan pasar los que intentan sentar cátedra sobre afición, club e historia. Qué poco interés en avanzar y mejorar. Nada nuevo bajo el sol.

El soberano ridículo es mofarse de quien después te saca los colores en el campo. Qué serán si ya pierden con el Alicante...

Campanadas tras los cuatro

Ha sonado el primer "cuatro" y no hay noticias del Alicante. Ayer contemplamos el equipo romo que dejamos el año pasado, ese grupo de jugadores que, sea quien sea el rival, siempre se muestra físicamente inferior. Una alineación cuyo central rápido, encargado de tapar a Iván Alonso (que a veces parecen dos), tiene 34 años y su carrera la ha desarrollado como lateral. Un delantero centro, subido del filial, que viene a paliar la carencia de jugadores de su corte cuando el primero en salir del equipo en junio fue el héroe del ascenso, al que no se le consideraba apto pero que reúne las características que ahora se buscan.

Y lo más significativo es que el "nuevo" entrenador ya estuvo en dramáticos partidos como el que nos enfrentó al Huesca, Gerona o Tenerife, en los que el equipo pintaba igual que ayer. Un grupo que entrega la cuchara en la primera parte con uno o dos goles de desventaja, anhelando una reacción técnicamente imposible.

Ayer sonó el primer cuarto. Si suena el cuarto cuarto, valga la redundancia, comenzarán las campanadas fúnebres que anunciarán no la llegada, sino la despedida triste de una categoría en la que, aunque queden batallas, las matemáticas ya no serán un clavo ardiendo.

No queda otra que esperar el vuelco de la situación. Más no se puede hacer y es posible que ya no haya ánimo para intentar algo.

La rampa de enero

Se dice que enero es el mes donde a todos nos cuesta volver a la rutina habitual. Normalmente, con los bolsillos del revés, lo que aún complica más el asunto. Pero para el Alicante CF, el club decano de la ciudad, el primer mes del año que estrenaremos en pocas horas se ha convertido en el examen final para determinar si este equipo, aparte de las matemáticas, tiene opciones reales de salvar la categoría. Un mes que no ha de suponer una cuesta, sino una rampa de lanzamiento hacia los puestos no rojos del teletexto.

La permanencia en Segunda se suele cifrar en cincuenta puntos. Una cantidad que, normalmente y salvo carambolas con las diferencias de goles particulares, permite repetir plato en Segunda, al menos en lo deportivo. En cada vuelta habría que conseguir alrededor de veinticinco puntos y nuestro equipo, a falta de estos cuatro partidos para acabar la ida, tiene nueve puntos en su casillero. Echando cuentas, con una decena de puntos al terminar la jornada 21, el Alicante debería obtener cuarenta en la segunda parte de la liga. Es decir, matemáticamente posible, pero casi irrealizable en la práctica.

Por lo tanto, cobra especial importancia lo que suceda en este mes de enero. Cuatro partidos de liga, tres de ellos en el Rico Pérez (uno como visitante ante el Hércules), y a domicilio en casa del colista Sevilla Atlético. Con los últimos cambios en el club, parece que la estabilidad ya está garantizada hasta el final de la campaña, pase lo que pase. Así que todo el mundo debería estar centrado en lo que suceda a partir de este sábado, porque obtener 10 ó 12 puntos en este mes, daría todas las opciones del mundo al Alicante, cosa que hasta el momento parece poco menos que una utopía.

Bien pensado, es factible. Lo difícil del tema es romper la dinámica perdedora, pero eso sólo se consigue obteniendo un triunfo. Los rivales son de nuestra liga, con situaciones parecidas a la nuestra, y el derbi ha de sacar lo mejor de este equipo para poder dar la cara y salir reforzado moralmente, como sucediera, a la inversa, en el último derbi ciudadano de 2005.

El club también está a la espera de la respuesta del equipo en estos próximos 31 días. Si el Alicante da señales de vida, echará toda la carne en el asador de aquí a junio. Si no es así, lamentablemente la temporada estará virtualmente perdida.

Confiaremos en la reacción y, en la medida de lo posible, ayudaremos a que se haga realidad.

Última bala: primer casquillo.

Cuando alguien coherente y que sabe lo que dice, comenta que con la bajada de Jiménez al banquillo se estaba utilizando “la última bala”, pocos podían pensar, incluido él, que los casquillos se pueden recoger y volver a utilizar.

 

Resulta un tanto complicado explicar lo que viene aconteciendo en el Decano en los últimos meses. La vuelta de José Carlos Granero sólo diez jornadas después de su sustitución no es algo tan raro en el mundo del fútbol pero adquiere, a priori, más extrañeza al contemplar lo que ha sucedido en tan corto espacio de tiempo. Cierto es que se genera paz social y que se rectifica lo que para algunos ojos estaba mal hecho. Y, por qué no decirlo, la presencia del técnico del ascenso siempre es agradable. Pero no deja de ser una nueva vuelta de tuerca en busca de resultados positivos.

 

He escrito “a priori” porque no eran pocos los que intuían que algo malo podía suceder con los movimientos del mes de julio. Aunque, todo hay que decirlo, ni los más agoreros se planteaban un escenario tan pesimista y con un equipo tan hundido en sí mismo que es capaz de errar más penaltis de los que transforma. Yo pensaba que los problemas vendrían ahora, en la apertura del mercado de invierno, con el equipo bordeando la zona de permanencia y dos corrientes tirando fuertemente según sus creencias futbolísticas. Ni siquiera se ha podido llegar a tal extremo teniendo en cuenta la cantidad de acontecimientos sucedidos desde que comenzó a rodar el balón por el mes de agosto.

 

Pero contrariamente a lo que se piensa, los males del Alicante no se han marchado con el despido esperemos que procedente (por el bien del club) de Manolo Jiménez. Por mucho que se quiera insistir, el extremeño no es el causante de los problemas del club fundado en 1918. La cuestión de fondo al final se reduce a una crisis económica general y particular, la que ha impedido hacer movimientos y tomar decisiones contundentes desde el principio.

 

No nos engañemos, los problemas de cobro ya habían empezado a generar intranquilidad antes del partido en El Toralín. A ello se le une la escasa sintonía entre el presidente y el director general, la presencia de dos corrientes de opinión en los rectores alicantinos y los restos nada agradables de algunos asuntos pretéritos, como la salida de Gómez Colomer y el conflicto con los tres futbolistas archiconocidos.

 

El éxito deportivo suele tapar bosques tanto como haga falta. Pero la idiosincrasia de este club supera la copa más alta. Subir a Segunda no calmó en absoluto los problemas internos que, lejos de apaciguarse, tenían como única solución el cambio de determinadas piezas. Pero como he comentado, la economía no permite cortar algunas cabezas y han de ser operaciones colaterales las que, pretendidamente, supongan la salida de los que molestan. Es lo que ocurrió con la entrada de Jiménez en la dirección general deportiva que, hay que recordar, permanecía vacante desde el despido de Gómez Colomer. El hecho podría parecer absolutamente normal en otra situación pero teniendo en cuenta que se hizo a mediados de julio, con una planificación que ya tenía casi todo atado y que estaba en manos de quien no se confiaba, no da la sensación de ser una decisión sólo deportiva. Es más, ¿qué podía hacer Jiménez en el plano deportivo si ya estaba todo hilvanado para esta histórica temporada?

 

Lo correcto, igual que se hizo con el héroe Joan Tomás, habría sido realizar todos los cambios dentro del mes de junio, aún con la resaca del ascenso. Es más doloroso pero resulta más productivo. Pero volvemos a lo mismo, para la aplicación del bisturí hay que tener la cartera llena.

 

El relato de los hechos posteriores lo enmarco en la situación desesperada de un presidente que ve cómo el dicho de “a entrenador nuevo, victoria segura” no se cumple por más que lo intente. No ha surtido efecto nada de lo intentado para reflotar la nave, cuando no ha empeorado aún más la situación. Han salido problemas hasta debajo de las piedras y la situación de descontrol ha quedado patente en la retina de los aficionados.

 

Hay quien, sin duda, achacará los males a Iniesta y, quizá, se le puedan discutir muchas de sus decisiones. Pero no es sólo él quien ha fallado y, sin duda, Juan Antonio Iniesta merece mucho más cariño y comprensión del que se le brinda.

 

Porque errar han errado todos. Desde él mismo hasta el último aficionado. Creo que el presidente no estuvo afortunado fichando a Jiménez, no por el hecho de hacerlo, que no sólo es lícito sino lógico, sino por lo que podía pasar adoptando dicha medida en el momento en que se hizo. Creo que ante una situación económica como la que se vive era perfectamente entendible que salieran del club algunas personas, sin necesidad de menear el árbol esperando que cayeran de maduras. Y muchos habrían entendido una mayor modestia en el proyecto simplemente con mayor claridad y explicando detalladamente el momento actual, nada boyante. Sin embargo, para mí el mayor error de Iniesta ha sido la falta de defensa pública de sus trabajadores. Ya sucedió con Álvaro

Cervera y esta temporada ya ha ocurrido con diversas personas del club, véase Granero, el propio Jiménez o el vicepresidente Eduardo de Temple. Una mayor contundencia por parte del máximo mandatario a la hora de proteger a su gente habría cortado muchos rumores interesados e inocentemente asimilados, que han perjudicado gravemente al Alicante.

 

También se equivocó el actual cuerpo técnico, el que había y ahora vuelve por Navidad. Y lo hizo por no cumplir una máxima futbolística que, por desgracia, se cumple con frecuencia: “los triunfos de ayer no valen para mañana”. Creo que el cuerpo técnico se enrocó en el éxito de la temporada pasada y no vio lo que esperaba más allá, que no era otra cosa que una durísima Segunda División, ayudando a generar una línea entre los antiguos y los que venían preparados para esta categoría. Sin entrar a dar nombres, sin las nada productivas listas de los que tenían que haber venido o marchado, el planteamiento primero debería haber sido el de mayor exigencia, sobre todo física, dentro de una categoría muy musculosa. Todo hay que decirlo, a la gran mayoría nos parecían unas piezas magníficas para afrontar el año pero se ha visto que algo no encaja en este puzzle de 25 miembros. Sólo espero que, con la perspectiva de unas semanas, la concepción de lo que debe dar el equipo haya cambiado.

 

Cómo no, erró Jiménez al no imponer sus criterios ante quien fuera, bien el entrenador, bien el presidente. El director deportivo está, en la medida de lo posible, para confeccionar una plantilla y un cuerpo técnico a su gusto y con el cual el club pueda alcanzar sus objetivos. No ha sido así ni por asomo, con lo que del hombre de carácter se esperaba más capacidad de decisión y también mayor presencia en los medios para explicarse a tiempo y defenderse de los numerosos ataques.

 

Y en último término, aunque no menos importante, encuentro a la afición como parte implicada. No emplearé los apelativos duros que utilizó el presidente, pero creo que a todos nos ha faltado humildad para afrontar la vuelta a Segunda tras cincuenta años. Se ha echado de menos algo de apoyo, comprensión y respaldo a los integrantes del club y más agresividad contra quienes de verdad están hiriendo al Alicante desde hace muchas décadas. Hay quien más que del Alicante parece ser del Solana CF, gentes enamoradas de una gestión deportiva modélica y probablemente irrepetible. Por si fuera poco, las directivas de Solana se han hecho de querer por todo alicantinista de bien. Pero cuando en la presidencia hay otras personas, cuando Iniesta y su directiva afronta un reto tan duro como el de continuar un proyecto inmaculado y muy costoso económicamente, la afición debería haber sido más generosa con él. Pero nos hemos encontrado todo lo contrario: reproches, recuerdos del pasado y más dificultades que manos para ayudar. Quizá Solana vuelva algún día, nadie lo sabe, pero por desgracia, los presidentes no son eternos, ni siquiera Santiago Bernabéu.

 

Parte de la afición ya armó el belén con Álvaro Cervera, cuando Iniesta apenas había podido sentarse en el palco de manera oficial. Fue un mal síntoma de lo prácticamente nada consciente que es la afición respecto a los peligros que acechan al Alicante y la necesidad de cerrar filas en determinados momentos. Y esta temporada, más que apoyo, se ha visto un seguir a pie juntillas las indicaciones de ciertos medios de comunicación. Unos medios que deportivamente ignoran al Alicante, pero que como prensa rosa tienen al Decano como primera página, a veces única. Sonroja comprobar cómo alguna emisora que no retransmite los partidos del equipo, se afana en llenar programas diarios con “actualidad” del Alicante, sin rubor en afirmar una cosa y su contraria en apenas unos minutos. Columnas diarias en prensa que recuerdan a los sórdidos tiempos en que se machacaba a diario a Solana a cuenta del entonces (y siempre debería haber sido) municipal Rico Pérez. Ante eso, cabía tener una visión menos mezquina y más de conjunto para saber hasta qué punto corre peligro el Alicante en manos de un entorno absolutamente nocivo y en una ciudad cuyas instituciones le dan la espalda de manera sistemática.

Iniesta seguramente ha cometido muchos errores. Pero pocos se paran a valorar lo difícil que es ser presidente del Alicante, más en estos tiempos de vacas flacas. Esperemos que con la llegada de Granero, el Decano llegue sin más sobresaltos al final de la temporada y veremos cómo se empieza a escribir el futuro.

 

Dejo aparte a los futbolistas, los que pueden volcar la situación deportiva. Pero como ocurrió hace algunos meses, el éxito deportivo no logra tapar todo lo demás. Aunque tal y como están las cosas, una reacción en el terreno de juego ayudaría a salir del atolladero.

 

 

 

Esto no para

Hace tres meses menos unas horas que el Alicante se ganó de pleno derecho su pase a la Segunda División. Sin solución de continuidad ya andamos metidos en harina, ocupados más que preocupados por los tres primeros partidos del Decano, esperando ansiosamente cada fin de semana que llegue el partido, las ganas de empezar a sumar de tres en tres. En definitiva, que esto no para, el tiempo pasa rápido y en fútbol aún más.

Tres primeros partidos en los que uno se puede quedar con la puntuación o los goles a favor, o con las ensoñaciones de un Alicante arrasando. Pero lo mejor y más higiénico será atenerse a la realidad y observar lo bastante positivo que presenta este equipo.

A nadie escapa que el Decano ha merecido mejor suerte en los partidos que ha disputado. Poco a poco el equipo de Granero se va asentando en la categoría, defiende mejor, ataca con más criterio y en general maneja bien los tiempos del partido. La defensa y el medio campo (qué decir de la portería) tienen un montón de variantes y posibilidades, tanto que se nota la competencia, algo muy positivo para el equipo y que se nota a la larga.

En mi opinión falta afianzar lo que se suele denominar "jugar de memoria". Decía Javier Morante, antes de ser simplemente Pardines, que se entendía a la perfección con Sendoa y que cuando éste entraba por la banda y "acachaba" la cabeza, para Morante era un preciso aviso de dónde le iba a mandar el balón para empujarlo a las mallas. Quizá eso todavía esté por llegar en el Alicante 2008/09 porque llegadas a línea de fondo hay montones, pero casi siempre acaban en saque de esquina, despeje de la zaga o sin encontrar rematador. Algo más de compenetración arriba para que todo fluya con normalidad y se pueda recoger el fruto del gol.

La competición está dejando claros ciertos conceptos que nunca conviene olvidar en fútbol. Uno de ellos es que el manejo de las dinámicas y los estados de ánimo son fundamentales, como bien han comentado algunos de los futbolistas del equipo en un medio de comunicación. Tenemos varios ejemplos claros: el Celta acabó la campaña en una pésima racha que está prolongando unos meses después. Otro tanto ocurre con el Real Murcia, que no se cansa de ocupar puestos bajos, ya sea en Primera o en Segunda. El Elche presenta los mismos síntomas que los vigueses. El Levante, sin embargo, ha tirado los endebles cimientos de los que disponía y ha construido rápidamente un nuevo edificio que, de momento, le está dando más alegrías que disgustos. Otro tanto de lo mismo ocurre con el Gerona. Un equipo en dinámica positiva desde hace dos años y que en Segunda continúa asombrando a propios y extraños. En nuestro Alicante se da la circunstancia de que la solidez mostrada durante doce meses parecía verse truncada con las derrotas de las primeras jornadas. Pero el empate del otro día, con la imagen dada, resulta esperanzador y certifica que lo bueno del año pasado no se ha perdido, sino que se mantiene vivo y además se le han incluido diez guindas que lo endulzarán aún más.

En fin, que hoy es lunes y el sábado tiene otro partido el Decano. Será en la Imperial Tarraco, lugar ideal para gladiadores azules.