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Alicante CF, Decano de la ciudad

La resaca del derbi

El fútbol impuso sus reglas y la lógica con la que se pretende encorsetar al deporte rey saltó por los aires. El Alicante obtuvo por fin una victoria cuando menos se esperaba atendiendo a las trayectorias deportivas de los dos equipos de la ciudad. Cierto es que la estadística no engaña y que el derbi del visitante no entiende de clasificación, pero el sábado más que nunca parecía un clavo ardiendo más que un buen argumento para obtener los tres puntos. En lo deportivo, el triunfo ha de ser el punto de inflexión anhelado por

Granero desempolvó un sistema casi en desuso, como es el 5-3-2, con tres centrales y dos laterales más carrileros que nunca. La cosa salió a la perfección. El equipo supo alejar de la meta propia a los creadores de fútbol del Hércules. Presionó como en los mejores tiempos, dificultando la salida del balón blanquiazul. Logró vetar a los  hombres de banda, que sólo acertaban a colgar balones sin excesivo acierto. Y a la hora de atacar, los alicantinistas utilizaban muy bien los flancos ocupados por Malo y Catalá, amén de la omnipresencia de Azkoitia y la batalla constante de Pedro. A todo eso se le unió una gran dosis de garra, la pizca de acierto necesaria, dejar atrás el miedo a no ganar y la pobre impresión que dejó un, a priori, candidato al ascenso.

Pudo ser prepotencia, cierta relajación, simple sorpresa al contemplar cómo se las gasta el vicecolista... lo cierto es que el Alicante tuvo enfrente a un rival que no supo jugar un derbi, como le ocurre casi siempre. Esto ayudó notablemente a disimular las carencias que todavía tiene el Decano, como es la falta de contundencia atrás (bien disimulada con tres hombres ante delanteros poco afortunados) y un ritmo que no se parece en exceso al del resto de equipos de la categoría.

Hay que tener los pies en el suelo. Es una victoria útil, muy útil, siempre que de una vez por todas cambie la dinámica mental del equipo y que con lo que hay, se pueda hacer un buen papel que acerque al Decano a la permanencia. Jugando así hay más posibilidades de ganar, pero hay que tener en cuenta que el sábado éramos visitantes en casa. No todos los días son domingo.

Respecto a la grada, constatar una vez más la nula categoría como afición que tenemos enfrente. Para no querer llamarle derbi, gastaron papeles, sábanas, pinturas, sprays, tifos... como en los tiempos de la B. Hasta una inmensa pancarta de Fontcalent, sin una sola coma, cuya lectura genera jadeo y vista cansada. Ni una palabra de ánimo al equipo propio, sino intentos ridiculizar al Decano. No digamos ya la paupérrima utilización de las gargantas y la boca. Primero para seguir mofándose del vecino y, segundo, para llevarse los deditos a la boca y silbar al equipo cuando no gana, como siempre ha sucedido. Cuántas lecciones dejan pasar los que intentan sentar cátedra sobre afición, club e historia. Qué poco interés en avanzar y mejorar. Nada nuevo bajo el sol.

El soberano ridículo es mofarse de quien después te saca los colores en el campo. Qué serán si ya pierden con el Alicante...

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