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Alicante CF, Decano de la ciudad

Llame y haga desaparecer

Hoy 1 de agosto me viene a la mente algo acontecido hace ocho años, a cuenta del balompié. La situación de los dos principales equipos de la ciudad era la siguente: el Alicante, como ya se vio en el pasado artículo, vivía momentos de recuperación tras la entrada de Antonio Solana. Subió a Tercera en 1999 y el club Decano se marcaba como objetivo estrenar la Segunda B cuanto antes. En la campaña 1999/00 el Alicante fue la revelación y quedó en cuarto lugar, obteniendo el pase a la promoción que le enfrentó al Mataró, At.Baleares y UD Horadada. Fue el Mataró quien tuvo un emocionante mano a mano con el equipo alicantino, aunque pronto se decantó la balanza hacia el club catalán tras dos nefastos arbitrajes en sendos partidos entre gualdinegros y azules. Se llegó a la última jornada con opciones de ascenso alicantinas, pero el Mataró cumplió en el Estadi Balear y se llevó el gato al agua. El segundo puesto del Alicante en el grupo C-3 de la promoción parecía servir de poco...

El Hércules de julio de 2000 venía de probar nuevamente la categoría de bronce del fútbol español, esto es, la Segunda B. Tras un breve y desafortunado paso por la élite y dos años en Segunda A, el club se degradaba en todos sus ámbitos de actuación. Inició la campaña 1999/00 con el objetivo ineludible del ascenso aunque lastrado por una economía hecha pedazos. La cosa iba bien en lo deportivo, pero comenzó el encierro de los jugadores en el vestuario, el cambio de propiedad accionarial y la inestabilidad se hizo patente. El equipo acabó cuarto clasificado y, por tanto, tuvo derecho a jugar la promoción. Pero aquella liguilla de ascenso terminó en la jornada tres porque las posibilidades de subir habían desaparecido. Manolo Jiménez, actual director general deportivo del Alicante e idolatrado entrenador herculano en aquellos tiempos, fue destituido a mitad del play-off. Tocaba esperar un año más en Segunda B pero la temporada todavía no había terminado: el 31 de julio andaba cerca...

... Y es que, como casi todo el mundo sabe, la RFEF obliga a los clubes a liquidar las deudas con aquellos futbolistas que hubiesen denunciado su situación a la Asociación de Futbolistas Españoles. Y han de pagar antes de las 0 horas del 1 de agosto o, si no, se desciende una categoría al equipo moroso. El Hércules tenía unas cuantas denuncias, como en otras ocasiones. Cambiaba con respecto a otras veces la nula intención, supuestamente, que tenía el accionista mayoritario de saldar las deudas contraídas. Enrique Ortiz no parecía dispuesto a hacerse cargo de los pagos a jugadores anteriores a su mandato, pero tampoco a los de esa temporada. El Alicante, aún con la decepción y con la sensación de haber sido mal tratado por el colectivo arbitral, estaba a la espera puesto que había obtenido un irrelevante, en principio, segundo puesto en la promoción, pero casualmente era el mejor segundo puesto dentro de sector C de promoción de ascenso, el que englobaba a los equipos valencianos, catalanes, murcianos y baleares. El descenso de algún equipo moroso de estas regiones desde Segunda B a Tercera propiciaba dos opciones, a las que se llegaba tras la aplicación de la norma general para estos casos: 1) si el equipo moroso descendido no se inscribe en la competición tras el descenso administrativo, el mejor segundo del sector C de promoción es invitado a participar en la división desde donde ha sido descendido el moroso; 2) si el equipo moroso participa en la categoría donde ha sido descendido, en la división superior le releva el club del grupo de Tercera correspondiente que mejor clasificación final de liga haya obtenido sin lograr el ascenso. ¿A que no se han enterado? Pues más claro: si el Hércules descendía por impago y decidía jugar en Tercera, el que le sustituía era el CD Onda, campeón del grupo VI de Tercera y no ascendido, grupo VI donde jugaría el Hércules; si el club blanquiazul descendía y desaparecía, el sustituto era el mejor segundo del sector C de promoción, esto es, el Alicante.

Pues ya está montada una buena. El Hércules denunciado y, a pocos días de expirar el plazo, el máximo accionista aseguraba que no jugarían en Tercera, con lo que el descenso administrativo llevaba a la desaparición del club fundado en 1922. Y el beneficiado directo, por cosas del destino, era el Alicante. En la ciudad había rumores de todo tipo, desde que el Alcalde optaba por dejar morir a uno y continuar con el otro, hasta la fusión rocambolesca y frustrada desde los tiempos de Casimiro de la Viña. Entre tanto, desde el club blanquiazul se lanzaban misivas que apuntaban al final de sus días, aparentemente: anuncio de que inscribirían un equipo en Segunda Regional llamado Hércules Atlético. Este tipo de proclamas, sumadas a la premura de tiempo y la inmovilidad, hizo que un colectivo de aficionados se reuniera bajo el nombre de "Salvemos al Hércules" (si mal no recuerdo) y recogiera firmas para el mantenimiento del club. Desde el Alicante, cuestionados un día sí y otro también, aseguraban públicamente que ellos jugarían en Tercera porque el Hércules no iba a desaparecer.

Apenas quedaban horas. El panorama, para quien no se tapaba los ojos, era evidente: no tenía sentido alguno la muerte del Hércules cuando el máximo accionista entró precisamente para que esto no ocurriera. Las llamadas a la desesperación montando equipos en regional carecían de sentido porque si la verdadera intención era empezar de nuevo, sobraba con desvincular al filial de Regional Preferente, no hacía falta retroceder hasta Segunda Regional. Pero ésa no era la intención, más bien era la manera de crear un caldo de cultivo que moviera a la lástima por el Hércules y señalar a los futbolistas como culpables del desastre. Y el Alicante no podía ser ajeno. Su planificación deportiva pendía del hilo del vecino puesto que no sabía si jugaría en Segunda B o Tercera en caso de derrumbe herculano. Los dirigentes no andaban especialmente contentos con esta incertidumbre.

31 de julio de 2000, 23 horas, las denuncias seguían en pie. Otros de vacaciones por Europa. El Alicante sin saber su futuro. Reuniones, entradas y salidas a la oficina... quedan minutos para el cierre del plazo, nervios, lágrimas... ¿por qué lágrimas? Nadie es de piedra y, a pesar de que la situación no tenía sentido alguno y no era comparable a ninguna otra que se producía de manera simultánea (por ejemplo en Mérida o Logroño), el caso es que faltaban minutos para que la RFEF anunciara el descenso del Hércules. O la permanencia...

Pues ni una ni otra. El chicle se estiró tanto que aún hubo un día más de pantomima con la concesión de la moratoria de marras. Es decir, que seguía sin saberse el futuro del Alicante. El del Hércules lo sabía su máximo accionista. El dos de agosto se confirmó lo que todo el mundo sabía: el Hércules mantenía la categoría, eso sí, pagando bastante menos puesto que los futbolistas perdonaron generosas cifras y sin que nadie externo, sin que un mirlo blanco ni un súper hombre surgiera en el último instante para salvarlo. Fue alguien mucho más conocido: el máximo accionista.

Esto es a grandes rasgos, o pequeños, lo que sucedió aquel 31-1-2 de julio/agosto.

Ahora viene la utilización torticera y falaz de este hecho. La situación era de chiste, los hechos posteriores corroboraron el nulo peligro que corrió el Hércules. Basta con ver los fichajes y presupuestos herculanos de las temporadas 2000/01 y 2001/02, cheer leaders incluidas, para darse cuenta de la realidad que aconteció aquellos días. Pero hay quienes se niegan a ver la verdad porque convivir en una cúpula a la medida es más productivo, a imagen y semejanza a lo ocurrido aquellos días. Un sector de la afición herculana se afana en acusar al Alicante por llamar a la Federación el día 1 de agosto e intentar, ojo, la desaparición del Hércules. ¿Cómo es posible tal circunstancia? ¿Puede alguien descolgar un teléfono y pedir la exterminación de un club? Nadie en su sano juicio podría pensar tales simplezas, pero a quien le interesa crear estados de opinión falsos y realidades paralelas, le viene esto que ni pintado. Es la manera más rápida para tirar porquería sobre un club que emerge y se convierte en una amenaza en vez de tomarlo como acicate.

¿Llamó el Alicante a la Federación? Pues a no ser que confiesen sus ex-dirigentes, no lo sabe ni el CNI. ¿Debió llamar el Alicante a la Federación? Pues sí dado que alguien, en su propio interés, estaba afectando los intereses del Alicante y, con todo el derecho del mundo, se debe exigir respeto a la legalidad y resolución rápida de los supuestos problemas, para bien o para mal. Es un detalle cierto o incierto, pero en cualquier caso, insignificante para lo que realmente aconteció. Pero lo dicho, para utilizarlo falazmente sirve y de qué manera.

Es una de tantas historietas con las que se intenta hacer daño al Alicante. Hoy 1 de agosto convenía recordar el origen de ciertos lemas y frases aprendidas a fuego, pero absolutamente fuera de la realidad y, lo que es peor, que son mentira.

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