Blogia
Alicante CF, Decano de la ciudad

Historias

Llega el derbi (II): la estadística

El derbi del forastero

 

 

Una de las mayores curiosidades que envuelven a este gran partido de la ciudad es el infinitamente mejor rendimiento del conjunto que actúa como visitante en el partido de la máxima rivalidad.

 

En una estadística de derbi con relativamente pocos partidos pero muy prolongada en el tiempo (desde la temporada 31/32), no parece haber causas inmediatas que justifiquen este habitual “dos” en la quiniela del Hércules-Alicante o a la inversa. Hablamos siempre, claro está, de encuentros de liga. Tratándose de un derbi en el que hay mucha tensión, donde se trata más de no perder y que el vecino no te chotee, quizá sea el equipo local el que más acuse la responsabilidad en este tipo de partidos. Pero eso ocurre en cualquier derbi ciudadano y las estadísticas nunca arrojan los datos con los que cuenta la ciudad de Alicante.

 

La explicación que a vuela pluma se me ocurre es que este partido, salvo en una ocasión, siempre se ha jugado en un terreno de juego en el cual tanto un equipo como otro han sido locales durante esa temporada o, en todo caso, en años muy próximos a la celebración del encuentro. Bardín, La Viña o el Rico Pérez han sido la casa de ambos, los dos equipos conocían y conocen palmo a palmo los terrenos y, por tanto, el factor campo queda reducido a la presencia en la grada de la afición, más numerosa siempre para el que le toca ser local, pero insuficiente para volcar los partidos a favor del anfitrión. Sólo el primer enfrentamiento de 1932 se puede catalogar como extraño para uno de los dos conjuntos puesto que se disputó en La Florida que, aunque corresponde al campo de La Viña, no había sido el recinto habitual del Alicante hasta ese momento. Precisamente, a partir de ese año pero en la siguiente temporada, el Decano fue el máximo exponente de la cancha floridana.

 

Los Hércules-Alicante de liga se han celebrado en tres categorías nacionales diferentes:

 

31/32, Tercera División, La Florida = Hércules 1 Alicante 2.

51/52, Segunda División, Bardín = Hércules 2 Alicante 0.

56/57, Segunda División, La Viña = Hércules 1 Alicante 2.

57/58, Segunda División, La Viña = Hércules 3 Alicante 1.

59/60, Tercera División, La Viña = Hércules 2 Alicante 0.

01/02, Segunda División B, Rico Pérez = Hércules 2 Alicante 2.

02/03, Segunda División B, Rico Pérez = Hércules 1 Alicante 1.

03/04, Segunda División B, Rico Pérez = Hércules 0 Alicante 3.

04/05, Segunda División B, Rico Pérez = Hércules 0 Alicante 1.

 

En total, cuatro triunfos alicantinistas, dos empates y tres victorias herculanas. Doce goles para el Alicante y otros tantos para el Hércules.

 

En el partido inverso, el balance es más favorable al Hércules: un triunfo alicantinista, un empate y siete partidos ganados por el conjunto blanquiazul.

Llega el derbi: la otra historia.

Esta semana llega el derbi de la ciudad de Alicante. El duelo fraticida que, aunque algunos pretendan minusvalorar, todos esperan con emoción. Un partido de gran rivalidad histórica que, en cuanto a encuentros oficiales, tuvo un gran freno desde la 1959/60 hasta la 2001/02, pero nunca ha dejado a nadie indiferente.

 

Desgraciadamente se vive una época en el que la manipulación histórica ha tenido su máximo apogeo. El siglo XXI se ha caracterizado por el linchamiento sistemático al Alicante, el Decano de la ciudad, y no ha habido rubor alguno a la hora de utilizar torticeramente la historia, mintiendo sobre ella con el único objetivo de dejar al Alicante en mal lugar. Por suerte, esa labor no ha calado.

 

Una de las grandes colecciones de trolas gira en torno al estadio José Rico Pérez. Creo necesario hacer una recopilación de datos y de verdades para comprobar hasta qué punto se puede convertir la leyenda en realidad.

 

¿Cuántas veces, usted alicantinista, no habrá escuchado eso de “el Rico Pérez Herculano”? ¿Acaso no ha soportado ese “el estadio construido por y para los herculanos”? Los fanáticos se suelen creer sus propias mentiras y pienso que nos encontramos en ese caso. Todas esos lemas fueron lanzados desde que el Ayuntamiento de Alicante decidió que el club Decano, el Alicante CF, jugaría los partidos de Segunda B en el entonces municipal Rico Pérez al no estimar oportuno invertir dinero en reformar el campo municipal Alicante CF, situado en la carretera de Villafranqueza. La petición del Alicante fue clara: inversión en la instalación del norte de la ciudad con proyecto ya confeccionado y un coste aproximado de un millón de euros. Luis Díaz Alperi, en verano de 2001, optó por la solución de que Hércules y Alicante compartieran la instalación municipal del Monte Tossal.

 

La situación se quiso disfrazar como un intento alicantinista por emular al Hércules, o suplantarse o sabe Dios cuántas burradas al respecto. Lo que está claro es que se cree el ladrón que todos son de su condición. Ya es conocido que el Hércules, tal y como se conoce actualmente, poco tiene que ver con el que se refundara a finales del año 1921 o principios del 22, puesto que entonces vestía de rojiblanco y tenía un escudo totalmente diferente al de la actualidad, además de carecer de campo. En 1928, tras la caída del Natación, primer equipo de la ciudad por los éxitos deportivos cosechados, el entonces Hércules rojiblanco renunció a sus colores y adoptó los del Natación, así como su escudo, su campo (La Florida), su directiva (mecenas Bardín incluido) y sus futbolistas. También lo pretendió con la afición. Eso sí es suplantar.

 

Volviendo al tema de este mensaje, el estadio Rico Pérez no pudo tener un origen tan diferente a lo que se cree. El Hércules carecía de estadio propio. Jugaba en La Viña y en 1956 forzó a su propietario a vendérselo a la CASE (Caja de Ahorros del Sureste de España) y así poder recuperar el dinero invertido por el club en las reformas de 1954, a lo que hay que descontar las ayudas públicas tras el ascenso(“Crónica de Alicante”, Enrique Cutillas: cien mil pesetas para los juveniles, cien mil pesetas para las reformas del estadio, doscientas mil pesetas por cada temporada en Primera. Fueron dos). De la venta, un millón para el Hércules, dos para Casimiro de la Viña, el propietario. El pacto alcanzado consistía en que el club, en nueve plazos con quince años de caducidad, pagaría esos tres millones más los incrementos. (“Fuerza de Primera”- diario Marca; “La Viña para el Hércules”- La Gatera, Enrique Cerdán Tato).

 

Esta negociación propició que con el cierre de Bardín en 1961, donde acabó jugando el Alicante a instancias del Hércules (1954, “El Hércules CF y el fútbol en Alicante”, Vicente Ramos), el Decano tuvo que someterse al vasallaje herculano para no desaparecer por falta de estadio y así jugar en La Viña como filial (revista oficial del Alicante 2005/06). Capítulo aparte merecerá ese trasiego de estadios.

 

El Hércules, con la CASE amenazando (“El Hércules CF y el fútbol en Alicante”, Vicente Ramos) invierte menos de medio millón de pesetas como señal de adquisición de unos terrenos en la ladera del Monte Tossal. El dinero procedía de una renuncia herculana a jugar en Alicante un desempate de Copa frente a Las Palmas. A cambio de jugarlo en las islas, los canarios ofrecían un millón de pesetas. Pero ante su incapacidad para adquirir La Viña (sólo pagó uno de los nueve plazos en diez años), los terrenos del monte y la construcción de un hipotético estadio, el Hércules pasó la patata caliente al Ayuntamiento. Mediante una carta, el presidente Ferrer Strenge expuso la situación al  Alcalde y suplica que sea el Ayuntamiento el que se haga cargo de la adquisición de La Viña, insta a su recalificación y, con ese dinero, propone la construcción de un estadio municipal con 50 años de alquiler simbólico para el Hércules, amén de una compensación económica por la operación. La carta se redactó el 2 de noviembre de 1967.

 

El 30 de noviembre de 1967, el Ayuntamiento debatió el proyecto (“Crónica de Alicante”, Vicente Cutillas) y estudió la reordenación del barrio de La Florida, estimando adecuado el proyecto. Desde ese momento, La Viña ya se consideraba municipal, aunque la propiedad seguía siendo “cajista”. El Ayuntamiento se haría cargo de todos los pasos para la construcción del estadio.

 

El 10 de abril de 1969 el Ayuntamiento volvía a analizar el acuerdo suscrito con el Hércules el 30 de noviembre del 67. Tras las deliberaciones, el Ayuntamiento presidido por José Abad refrendó el acuerdo y “con urgencia” se ponía manos a la obra para que el proyecto fuera realidad. Eso sí, el Consistorio obligó a una serie de condiciones respecto al nuevo estadio, que son clave para entender el devenir del Alicante (“Crónica de Alicante”, Vicente Cutillas; “Un estadio municipal”, La Gatera, Enrique Cerdán Tato):

 

-         Arrendamiento del nuevo campo municipal al Hércules, por cincuenta años y por una simbólica cantidad de dinero.

-         Prohibición de subarriendo del estadio por parte del Hércules.

-         Reserva por parte del Ayuntamiento de cuatro fechas libres para la utilización del estadio.

-         Permiso para que cualquier equipo de la ciudad militante en categoría nacional disputara sus encuentros en el nuevo estadio.

 

La última condición es la piedra angular. Es la demostración de lo que realmente iba a suponer el nuevo estadio municipal para la ciudad: la casa de todos los equipos, sin exclusión. Se terminaban así los problemas de estadio para el Alicante y dado que La Viña era parte del plan municipal, el Alicante no tenía obligación alguna de seguir sirviendo al Hércules. Podía volar y lo más interesante: en unos años tendría estadio nuevo, municipal y compartido con el Hércules.

 

Ésta es la cruda realidad, para algunos. En 1969, el magnánimo estadio José Rico Pérez era un proyecto municipal y compartido. Lo que sucedió después fue una constante lucha por tirar abajo el proyecto, una vez que el Alicante había desatado sus cadenas. Presiones por aquí, negociaciones por allá, el Ayuntamiento, ya sin José Abad a la cabeza, realiza un pleno presidido por Malluguiza el 12 de julio de 1971. En él se permite al Hércules terminar de pagar los terrenos del Monte Tossal para su propia adquisición. Unas propiedades que, de no ser por el garante Ayuntamiento, a buen seguro habrían sido vendidas por su dueña, Doña Rafaela Louise Llaudes. Y para rizar el rizo de la manipulación, ahí va otra perla: el Ayuntamiento solicitó que, en compensación, el Hércules adquiriera menos terreno para la construcción del estadio. De los 37.500 metros cuadrados reservados para el que iba a ser campo municipal, el Ayuntamiento quería utilizar parte de ellos y una parcela colindante para hacer el Pabellón Central, actualmente Pitiu Rochel. (“El Hércules ataca de nuevo” La Gatera, Enrique Cerdán Tato) Y así fue, con lo que el Hércules desembolsó menos dinero por 26.272 metros cuadrados (a pesar de que transcurrieron cinco años entre la señal y la compra final) y de ahí las dificultades a la hora de la amplación del campo. El Ayuntamiento, por su parte, adqurió 26.025 metros para instalaciones deportivas, entre ellas, el Pabellón Central. Algunos todavía sostienen que el Hércules regaló terrenos al Ayuntamiento.

 

Era la punta del iceberg pero desde 1971, el Alicante vio oscurecido su futuro. Los tintes pardos empezaron cuando tuvo que abonar un alquiler al Hércules en concepto de alquiler por La Viña, todavía tutelada por el Ayuntamiento y con propiedad cajista. Faltaba el dinero para construir el nuevo estadio, lógicamente, de propiedad herculana y no municipal. El alquiler al Alicante no era suficiente, claro está. Así que la maquinaria se puso en marcha y, lo que iba a ser una recalificación y una reordenación “floridana” a favor de la ciudad, se convirtió en el pelotazo a favor del Hércules. Con la intervención municipal, la CASE vendió La Viña al Hércules el 25 de mayo de 1973. Con posterioridad, los terrenos fueron recalificados y fruto de dicho cambio en el uso del terreno, aquel más del 50% urbanizable fue revendido por el Hércules a un precio aproximado de 40 millones de pesetas (“Fuerza de Primera”- diario Marca). El nuevo estadio costó 29 millones de pesetas.

 

El 3 de agosto de 1974 se inauguró un estadio del Hércules que iba a ser el de toda la ciudad. Mientras tanto, el Alicante quedaba abocado a jugar en la Ciudad Deportiva, de tierra, en malas condiciones y debiendo abonar alquiler (“Alicante CF, un equipo con historia”. Francisco Aldeguer). En cincuenta metros, dos clubes y dos situaciones forzadas para que pronto sólo hubiese un equipo. Una injusticia apenas separada por una calle, la llamada Foguerer Romeu Zarandieta.

 

Atrás quedaba el mecenas Bardín, cuyo campo no dudó en abrir tanto al Hércules, como al Alicante e incluso al Elche CF. La ciudad quedó sin La Viña, aquel terreno de juego en el que se forjaron equipos como el Natación o el propio Alicante y, por qué no, el Hércules. Un recinto abierto al fútbol alicantino. La continuación clara habría sido el Rico Pérez, probablemente llamado “San Fernando” y a buen seguro mundialista. Pero el oportunismo y las ganas de acabar con los reductos futbolísticos de la ciudad propiciaron esta burda situación, manipulada hasta extremos insospechados.

 

El 17 de junio de 1994 tuvo lugar la venta del estadio al Ayuntamiento de Alicante. Una racha herculana de cinco años en Segunda B, aderezada por temporadas manirrotas en la cresta de la ola, bastó para que las maniobras de los años setenta para hacer exclusivamente herculano (y gratis) el campo de todos los alicantinos, apenas sirviesen para diecinueve años. El motivo no era otro que la reducción de deuda pública por parte herculana para así abaratar el capital social a cubrir en la obligada conversión en SAD. Los alicantinos tuvieron que desembolsar casi novecientos millones de pesetas más intereses, treinta veces lo que costó el estadio dos decenios antes. Y, por arte de birle y birloque, el estadio es actualmente propiedad de Aligestión Integral SL, sociedad que aglutina más del 90% de las acciones del Hércules y que además ahora tiene la propiedad del campo.

"BECUERDOS"

"BECUERDOS"

El cambio en el Alicante CF producido a partir de 1997, el paso de un equipo sin más aspiración que la supervivencia a la lucha por los máximos objetivos, podría resumirse con la trayectoria en Segunda B del club Decano. Siete temporadas dentro de una categoría que fue pura quimera para tantos presidentes, jugadores y entrenadores, pero en la que el Alicante ha sentido cierta sensación de agobio con el paso de los años. Y es que el listón se elevó, por condiciones, por trabajo bien hecho y por méritos deportivos hasta tal punto de jugarse el pase a la promoción desde la primera temporada.

Podría dividirse la estancia del Alicante en Segunda B en dos partes: tres temporadas quedándose a las puertas de la promoción y las otras cuatro disputándola, con suerte dispar aunque casi siempre esquiva, a excepción de la última donde se logró el histórico ascenso.

Obviando lo extradeportivo, objeto de otros mensajes, recuerdo aquella primera temporada en la categoría de bronce con cariño mezclado con amargura. El Alicante, por fin, rebasaba las fronteras de la Comunidad Valenciana y Murciana en liga regular después de muchos años. Cayó en el grupo III que aquella campaña 2001/02 estaba compuesta por valencianos, madrileños, manchegos y canarios. El Alicante partía con la aspiración de la permanencia pero bien pronto se pudo comprobar que la plantilla iba sobrada para la Segunda B. El bloque que logró el ascenso en el Nou Sardenya de Barcelona prácticamente se había mantenido en todas sus líneas. Costó despedirse de Jacquet, de Sergio Rodríguez, de Ángel Castro... pero pronto vinieron otros hombres que ayudaron a superar el trance: Íker Begoña (que fue traspasado en diciembre), Nacho Sierra, Álvaro Martínez, Morante, Jaime Agulló, Estéfano y Llera. Posteriormente, y por diversas lesiones en hombres tan importantes como Miguel Marí, Toni Giménez o Johnny, arribaron Miguel Ángel España, Ciani, Antoñana y el torerito Juli. La temporada comenzó muy bien con aquel empate épico jugando como locales ante el Hércules, empatando a dos el encuentro tras jugar muchos minutos con dos hombres menos. El primer triunfo se logró en la jornada tres, en casa frente al Castellón y con el solitario gol de Asier Garitano. El equipo mostraba una alegría jugando que llamaba la atención y se traducía en goles, aunque también encajaba en exceso a pesar de los Isidro, Sergio Heras, Germán y compañía. En casa éramos bastante mejores que fuera y es donde se lograban los resultados más espectaculares: 6-0 al Lanzarote, 5-2 al Alcorcón, 5-1 al Vecindario... Sin embargo a domicilio estuvimos mucha temporada con un único triunfo, logrado en la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid ante el filial merengue. El Alicante no despertó fuera de casa hasta lograr un triunfo reconfortante en La Fuensanta de Cuenca por 2-3 y remontando. A partir de entonces el Alicante maduró e hizo una recta final que, ayudado por el Universidad de Las Palmas y su imposibilidad para promocionar por ser filial de la UD Las Palmas, permitió llegar a la última jornada de liga dependiendo de sí mismo para ser quinto y promocionar. Nos enfrentábamos al Getafe, el rival directo y único por dicha plaza. Debíamos ganarles por dos tantos de diferencia para igualar a puntos y el gol-average particular. El general lo superábamos con esas condiciones y nos ganábamos el derecho a promocionar en la campaña del debut. Casi 12.000 personas en el estadio, sólo quinientas animando al rival (incluyendo a no madrileños que se autoinvitaron). El Getafe se muestra dominador y a punto está de abrir la lata en varias ocasiones solventadas por España. Para mayor dificultad, Pelusa era expulsado en la primera parte. Todo parecía cuesta arriba, pero llegó Garitano para marcar el primero, el de la esperanza. Cada vez se hacía más patente el dominio del Alicante y, al poco de comenzar la segunda, el segundo obra de Juli y a pase de Toni García. Parecía un sueño, pero era realidad. En aquellos momentos el Alicante promocionaba para ascender a Segunda A cuando tres años antes aún militaba en Preferente. Innumerables ocasiones para sentenciar, un getafense que se fue a la ducha antes de tiempo...

... Pero aquel colegiado se había reservado lo peor para el último tramo. Un mal despeje de Toni García provocó un balón bombeado hacia el área alicantina. Sergio Heras iba a despejar de cabeza cuando es flagrantemente derribado por un delantero madrileño. El balón cae muerto en el área para que Miguel García, que pasaba por allí, cruzase el balón ante la atónita mirada de España. Sin merecerlo, el Getafe volvía a la promoción cuando el partido llegaba a su fin. Aún pudo marcar el Alicante en la siguiente jugada, pero no se logró y el partido murió enterrando las opciones del Alicante. Fue bonito mientras quiso el árbitro, de nombre García Domínguez.

El Getafe acabó ascendiendo y a día de hoy se ha convertido en un batallador de la Primera División. Nunca sabremos lo que habría ocurrido si aquel equipo humilde capitaneado en lo técnico por Pepe Bordalás, hubiese disputado aquella fase de ascenso. Lo que sí sabemos es que desde entonces el Alicante cambió su objetivo inicial de consolidación en la categoría por el de la búsqueda de la Segunda División.

Llame y haga desaparecer

Hoy 1 de agosto me viene a la mente algo acontecido hace ocho años, a cuenta del balompié. La situación de los dos principales equipos de la ciudad era la siguente: el Alicante, como ya se vio en el pasado artículo, vivía momentos de recuperación tras la entrada de Antonio Solana. Subió a Tercera en 1999 y el club Decano se marcaba como objetivo estrenar la Segunda B cuanto antes. En la campaña 1999/00 el Alicante fue la revelación y quedó en cuarto lugar, obteniendo el pase a la promoción que le enfrentó al Mataró, At.Baleares y UD Horadada. Fue el Mataró quien tuvo un emocionante mano a mano con el equipo alicantino, aunque pronto se decantó la balanza hacia el club catalán tras dos nefastos arbitrajes en sendos partidos entre gualdinegros y azules. Se llegó a la última jornada con opciones de ascenso alicantinas, pero el Mataró cumplió en el Estadi Balear y se llevó el gato al agua. El segundo puesto del Alicante en el grupo C-3 de la promoción parecía servir de poco...

El Hércules de julio de 2000 venía de probar nuevamente la categoría de bronce del fútbol español, esto es, la Segunda B. Tras un breve y desafortunado paso por la élite y dos años en Segunda A, el club se degradaba en todos sus ámbitos de actuación. Inició la campaña 1999/00 con el objetivo ineludible del ascenso aunque lastrado por una economía hecha pedazos. La cosa iba bien en lo deportivo, pero comenzó el encierro de los jugadores en el vestuario, el cambio de propiedad accionarial y la inestabilidad se hizo patente. El equipo acabó cuarto clasificado y, por tanto, tuvo derecho a jugar la promoción. Pero aquella liguilla de ascenso terminó en la jornada tres porque las posibilidades de subir habían desaparecido. Manolo Jiménez, actual director general deportivo del Alicante e idolatrado entrenador herculano en aquellos tiempos, fue destituido a mitad del play-off. Tocaba esperar un año más en Segunda B pero la temporada todavía no había terminado: el 31 de julio andaba cerca...

... Y es que, como casi todo el mundo sabe, la RFEF obliga a los clubes a liquidar las deudas con aquellos futbolistas que hubiesen denunciado su situación a la Asociación de Futbolistas Españoles. Y han de pagar antes de las 0 horas del 1 de agosto o, si no, se desciende una categoría al equipo moroso. El Hércules tenía unas cuantas denuncias, como en otras ocasiones. Cambiaba con respecto a otras veces la nula intención, supuestamente, que tenía el accionista mayoritario de saldar las deudas contraídas. Enrique Ortiz no parecía dispuesto a hacerse cargo de los pagos a jugadores anteriores a su mandato, pero tampoco a los de esa temporada. El Alicante, aún con la decepción y con la sensación de haber sido mal tratado por el colectivo arbitral, estaba a la espera puesto que había obtenido un irrelevante, en principio, segundo puesto en la promoción, pero casualmente era el mejor segundo puesto dentro de sector C de promoción de ascenso, el que englobaba a los equipos valencianos, catalanes, murcianos y baleares. El descenso de algún equipo moroso de estas regiones desde Segunda B a Tercera propiciaba dos opciones, a las que se llegaba tras la aplicación de la norma general para estos casos: 1) si el equipo moroso descendido no se inscribe en la competición tras el descenso administrativo, el mejor segundo del sector C de promoción es invitado a participar en la división desde donde ha sido descendido el moroso; 2) si el equipo moroso participa en la categoría donde ha sido descendido, en la división superior le releva el club del grupo de Tercera correspondiente que mejor clasificación final de liga haya obtenido sin lograr el ascenso. ¿A que no se han enterado? Pues más claro: si el Hércules descendía por impago y decidía jugar en Tercera, el que le sustituía era el CD Onda, campeón del grupo VI de Tercera y no ascendido, grupo VI donde jugaría el Hércules; si el club blanquiazul descendía y desaparecía, el sustituto era el mejor segundo del sector C de promoción, esto es, el Alicante.

Pues ya está montada una buena. El Hércules denunciado y, a pocos días de expirar el plazo, el máximo accionista aseguraba que no jugarían en Tercera, con lo que el descenso administrativo llevaba a la desaparición del club fundado en 1922. Y el beneficiado directo, por cosas del destino, era el Alicante. En la ciudad había rumores de todo tipo, desde que el Alcalde optaba por dejar morir a uno y continuar con el otro, hasta la fusión rocambolesca y frustrada desde los tiempos de Casimiro de la Viña. Entre tanto, desde el club blanquiazul se lanzaban misivas que apuntaban al final de sus días, aparentemente: anuncio de que inscribirían un equipo en Segunda Regional llamado Hércules Atlético. Este tipo de proclamas, sumadas a la premura de tiempo y la inmovilidad, hizo que un colectivo de aficionados se reuniera bajo el nombre de "Salvemos al Hércules" (si mal no recuerdo) y recogiera firmas para el mantenimiento del club. Desde el Alicante, cuestionados un día sí y otro también, aseguraban públicamente que ellos jugarían en Tercera porque el Hércules no iba a desaparecer.

Apenas quedaban horas. El panorama, para quien no se tapaba los ojos, era evidente: no tenía sentido alguno la muerte del Hércules cuando el máximo accionista entró precisamente para que esto no ocurriera. Las llamadas a la desesperación montando equipos en regional carecían de sentido porque si la verdadera intención era empezar de nuevo, sobraba con desvincular al filial de Regional Preferente, no hacía falta retroceder hasta Segunda Regional. Pero ésa no era la intención, más bien era la manera de crear un caldo de cultivo que moviera a la lástima por el Hércules y señalar a los futbolistas como culpables del desastre. Y el Alicante no podía ser ajeno. Su planificación deportiva pendía del hilo del vecino puesto que no sabía si jugaría en Segunda B o Tercera en caso de derrumbe herculano. Los dirigentes no andaban especialmente contentos con esta incertidumbre.

31 de julio de 2000, 23 horas, las denuncias seguían en pie. Otros de vacaciones por Europa. El Alicante sin saber su futuro. Reuniones, entradas y salidas a la oficina... quedan minutos para el cierre del plazo, nervios, lágrimas... ¿por qué lágrimas? Nadie es de piedra y, a pesar de que la situación no tenía sentido alguno y no era comparable a ninguna otra que se producía de manera simultánea (por ejemplo en Mérida o Logroño), el caso es que faltaban minutos para que la RFEF anunciara el descenso del Hércules. O la permanencia...

Pues ni una ni otra. El chicle se estiró tanto que aún hubo un día más de pantomima con la concesión de la moratoria de marras. Es decir, que seguía sin saberse el futuro del Alicante. El del Hércules lo sabía su máximo accionista. El dos de agosto se confirmó lo que todo el mundo sabía: el Hércules mantenía la categoría, eso sí, pagando bastante menos puesto que los futbolistas perdonaron generosas cifras y sin que nadie externo, sin que un mirlo blanco ni un súper hombre surgiera en el último instante para salvarlo. Fue alguien mucho más conocido: el máximo accionista.

Esto es a grandes rasgos, o pequeños, lo que sucedió aquel 31-1-2 de julio/agosto.

Ahora viene la utilización torticera y falaz de este hecho. La situación era de chiste, los hechos posteriores corroboraron el nulo peligro que corrió el Hércules. Basta con ver los fichajes y presupuestos herculanos de las temporadas 2000/01 y 2001/02, cheer leaders incluidas, para darse cuenta de la realidad que aconteció aquellos días. Pero hay quienes se niegan a ver la verdad porque convivir en una cúpula a la medida es más productivo, a imagen y semejanza a lo ocurrido aquellos días. Un sector de la afición herculana se afana en acusar al Alicante por llamar a la Federación el día 1 de agosto e intentar, ojo, la desaparición del Hércules. ¿Cómo es posible tal circunstancia? ¿Puede alguien descolgar un teléfono y pedir la exterminación de un club? Nadie en su sano juicio podría pensar tales simplezas, pero a quien le interesa crear estados de opinión falsos y realidades paralelas, le viene esto que ni pintado. Es la manera más rápida para tirar porquería sobre un club que emerge y se convierte en una amenaza en vez de tomarlo como acicate.

¿Llamó el Alicante a la Federación? Pues a no ser que confiesen sus ex-dirigentes, no lo sabe ni el CNI. ¿Debió llamar el Alicante a la Federación? Pues sí dado que alguien, en su propio interés, estaba afectando los intereses del Alicante y, con todo el derecho del mundo, se debe exigir respeto a la legalidad y resolución rápida de los supuestos problemas, para bien o para mal. Es un detalle cierto o incierto, pero en cualquier caso, insignificante para lo que realmente aconteció. Pero lo dicho, para utilizarlo falazmente sirve y de qué manera.

Es una de tantas historietas con las que se intenta hacer daño al Alicante. Hoy 1 de agosto convenía recordar el origen de ciertos lemas y frases aprendidas a fuego, pero absolutamente fuera de la realidad y, lo que es peor, que son mentira.